domingo, septiembre 16, 2007

Editorial

La gran prensa de los países del Primer Mundo (y la casi totalidad del tercero) se caracteriza a sí misma como independiente y plural. Lejos quedan los tiempos en que respondía a los intereses de los partidos políticos, los sectores eclesiásticos, militares o de sectores de la burguesía sin adscripción partidista determinada (¿intereses de clase?). Había detrás de su línea editorial una filosofía que determinaba el pensamiento de miles de lectores. Y aunque la mentira y la manipulación eran moneda corriente, siempre quedaba el recurso de cambiar de acera a otras opciones que ya se conocían de antemano.Hoy la gran prensa sólo responde a los intereses empresariales de sus propietarios. En ese sentido dice la verdad, porque al no responder al poder político o a la sociedad civil es independiente. Y también plural, porque las multinacionales pueden tener muchos defectos, pero son plurales: todos los poderosos tienen su porción del pastel aunque sea pequeña.Los lectores que se asoman a la prensa buscando objetividad se equivocan. Se equivocaron siempre. Porque un medio de comunicación no se funda para promover las ideas del vecino, sino las del propietario o las del grupo fundador.Quienes se asoman buscando amplitud de miras y democracia en la participación, también se equivocan. En un periódico escriben regularmente quienes están de acuerdo con la línea editorial o la filosofía de ese periódico.La gran prensa de hoy en día es, muchas veces, ecléctica. Pero con un eclecticismo muy determinado. Participan y opinan en ella desde personajes de la “extrema derecha” hasta “progresistas”. Pero todos ellos con una característica en común: estar de acuerdo con el sistema económico que hoy ¿gobierna? el mundo. Porque la gran prensa está, antes que nada, al servicio del poder económico.Así se pueden fundar enormes grupos de comunicación, que luego harán alianzas con otros grupos que antes eran rivales.Todo lo que huele a cambio les parece a estos grupos un peligro. Por eso lanzan sus dardos envenenados –muchas veces convertidos en verdaderas campañas mediáticas– contra gobiernos que no están haciendo tantos cambios como para merecer tanta consideración.Lo hacen porque en ello les va la vida. Las grandes torres son muy difíciles de derribar, pero como bien se sabe, al caer hacen mucho ruido. Más aún cuando carecen de una base sólida. Y la gran prensa no la tiene, está asentada sobre el “periodismo amarillo” y el entretenimiento fácil. Ha generado una cultura de masas sobre esos dos soportes y un tercero que es la consecuencia de éstos: la idiotización de amplios sectores de la población.Contra esos soportes deberíamos dedicar nuestros mejores esfuerzos.

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