domingo, mayo 20, 2007

Editorial

El tema de los derechos de autor se ha convertido en fundamental durante los últimos años. Cualquier película de vídeo que alquilemos o compremos viene con una advertencia preliminar sobre las consecuencias legales que podría tener el copiarla y distribuirla. Y no hay día que pase sin que un artista exponga su posición personal sobre la llamada “piratería”. La profesora Álvarez Navarrete nos aclara en su artículo Propiedad intelectual: Right or Left? las razones de tanta histeria. Se pregunta, por ejemplo, si el sistema actual de derecho de autor protege la creación y estimula la creatividad. Y contesta: “Sin dudas, no. Beneficia en esencia y fundamentalmente a la creación que responde a las exigencias del mercado, la de los estereotipos, ajena a los referentes culturales de trascendencia. Este sistema tiende a arruinar el dominio público y hace depender el acceso a las obras creativas y del conocimiento a la capacidad de pago del individuo. En resumen, beneficia a intermediarios e inversionistas. Los autores son víctimas de este sistema desequilibrado que dice protegerlos y trata de utilizarlos para perpetuarse”.
Pero su artículo no se limita a los aspectos negativos, susceptibles de ser denunciados; al final abre una ventana a la esperanza: “Se están gestando transformaciones importantes, brechas que se abren y que se plantean como objetivos enfrentar el poder de los grandes monopolios internacionales que controlan los medios de comunicación y quieren controlar la información y el conocimiento. Estas experiencias podrían convertirse en el paradigma de un nuevo modelo de producción y distribución culturales”.
Otro tema que ha cobrado importancia en los medios de comunicación de masas europeos es el de los biocombustibles. No deja de ser curioso que el súbito interés por esa energía en Europa -donde ya se utiliza desde hace años- la haya despertado el interés por ella del presidente de los Estados Unidos, que la ha pasado a considerar como casi fundamental para el futuro (el desarrollo de esa energía fue el factor fundamental de su gira latinoamericana de hace pocos meses).
El profesor Miguel Altieri, de la Universidad de Berkeley, California, nos sitúa claramente –en una entrevista que publicamos en este número- la cuestión de los biocombustibles: como en el caso de los derechos de autor, se trata de un gran negocio. Y nos alerta de los peligros: “Los biocombustibles son una tragedia ecológica y social. Con su producción se creará un problema muy grande de soberanía alimentaria, ya que hay miles de hectáreas de soja, caña de azúcar y palma africana que se van a expandir, lo que va a provocar una deforestación masiva muy importante. Eso ya está pasando en Colombia y Brasil. Además va a aumentar la escala de monocultivos mecanizados, con altas dosis de fertilizantes, y en especial Atrazina, un herbicida muy nocivo. Digamos que los problemas de la agricultura industrial se potenciarán de una forma tremenda”.
Pese a su posición, el profesor tampoco cae en el desánimo, aunque recomienda: “Pero los países del tercer mundo (donde se plantará para obtener biocombustibles) tendrían que tener la dignidad de meterse en el negocio privilegiando la soberanía alimentaria: destinar sólo la tierra que sobre a biocombustibles”.
Los derechos de autor, como el biocombustible, son quizá necesarios para el normal desarrollo de la sociedad. Hay que buscar soluciones al calentamiento del planeta y a la escasez de petróleo (que se acaba en 40 años), así como proteger la creación. Pero una cosa es solucionar problemas y otra hacer negocio.
Sería interesante que las tierras utilizadas para plantar con el fin de obtener biocombustible fueran sólo las sobrantes y que esas plantaciones se hicieran de manera adecuada, sin afectar el ecosistema ni la soberanía alimentaria. Sería también importante que cualquier medida que se tomara en cuanto a los derechos de autor fuera en el sentido de estimular la creatividad y proteger la creación.
Pero mucho nos tememos que no sea así. En una sociedad dominada por el dinero y la codicia prima siempre el interés económico y la libertad de hacer negocio sobre las necesidades reales de los seres humanos y el planeta que habitamos.

http://www.revistamalabia.com.ar/web_06/web_33/index.htm

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