domingo, julio 01, 2007

Editorial

Uno de los “pecados” más grandes que pueden cometerse hoy día entre adultos es el de la inocencia. Tal es así que cuanto más inocente se manifiesta una persona en este mundo inundado de información, más culpable es. Lo mismo pasa con el apoliticismo, que señala de manera inequívoca una clara posición política.Y una de las inocencias generalizadas es pedir objetividad a los medios de comunicación y exigir su democratización, extremo en el que caen infinidad de personas de credos políticos variados.Los medios de comunicación nacieron para difundir las ideas de quienes los publicaban, no las de sus vecinos. Por eso pertenecieron en un principio a la Iglesia, al Ejército, a los Partidos Políticos. Cada uno de ellos difundía en sus periódicos su visión sobre la realidad. Y no estaban democratizados -si se entiende por democratizar dar la misma oportunidad a todos-, no escribía en ellos cualquiera, sino quien estuviera de acuerdo con su línea editorial.Hoy la situación, lejos de mejorar, ha empeorado. Si antes tenían su periódico las diferentes corrientes del pensamiento, en el momento actual la prensa oral, escrita y televisada está en manos de grupos económicos o de individuos ricos. Y tanto esos grupos como esos individuos están aliados con otros grupos y otros individuos alrededor del mundo. Como bien dicen, el dinero no tiene patria, pero el 90% de las agencias que los nutren de información son norteamericanas, dato revelador donde los haya.Es cierto que cada tanto aparece en el panorama de la comunicación una voz discordante, pero no deja de ser la excepción que confirma la regla. La mayoría de las opiniones pertenecen a personas que tienen una visión cercana al poder económico y al poder político correspondiente. De esa forma el mundo se nos da dividido entre buenos y malos, y aunque los buenos tengan el poder y para conservarlo maten, hagan guerras, tengan cárceles secretas y torturen, siempre serán buenos, mientras los malos, hagan lo que hagan, siempre están demostrando su maldad intrínseca. Otra gran inocentada que aceptan los consumidores sin chistar, es la noción de alternancia sobre la que trabajan los políticos tradicionales. Todo el secreto de la democracia está en alternar, en cambiar cada tanto de gobierno. Si un partido lo hace mal, el ciudadano tiene la posibilidad de castigarlo y cambiar. Una idea muy bonita. Lástima que la alternancia sólo sirva cuando los partidos que se disputan el gobierno tienen la misma matriz económica. ¿Porque se imaginan lo que puede llegar a pasar si en una elección triunfan los comunistas y disuelven la propiedad privada, y en la siguiente los anarquistas y liquidan el Estado, y en la otra los conservadores y privatizan la sociedad, y luego los liberales y nos llevan al tiempo de Adam Smith? El caos total.Además, tenemos ejemplos históricos de la famosa alternancia. Durante los primeros veinte años del siglo XX se alternaron en España los partidos “dinásticos”, liberales y conservadores. No había problema porque eran lo mismo con otros nombres. Hasta que un día ganó la República y asomó el posible cambio de sociedad. Ahí se acabó la alternancia y llegó el golpe de estado, que contó con el apoyo de liberales y conservadores, los defensores de la famosa alternancia.Decía León Felipe en su poema: Yo no sé muchas cosas es verdad./ Pero me han dormido con todos los cuentos…/ Y sé todos los cuentos.Los cuentos son muy bonitos, pero la inocencia consiste en dormirse con el cuento.
http://www.dataexpertise.com.ar/malabia/sitio/index.php

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