viernes, febrero 01, 2008

Editorial

Se busca a quien culpar, titula El País de España un pequeño artículo al pie de otro mayor sobre el mismo tema, la falta de agua en la ciudad de Buenos Aires.Este problema de escasez ha generado el descontento popular y las protestas, extremo aprovechado por el ex presidente Kirchner –según el rotativo- para retirar la concesión de explotación del vital líquido a la empresa concesionaria, formada por la fusión de la española Aguas de Barcelona y la francesa Suez.El ex presidente presentó el retiro de concesión como un paso hacia la argentinización de las industrias y los recursos naturales. Pero, concluye el periódico, esta actuación no sirvió de nada, porque la situación sigue tan mal como antes.Es curioso como a veces unas pocas líneas encierran gran variedad de temas para analizar. Desde ese título tan revelador, Se busca a quien culpar, podemos extraer conclusiones. Se trata de una acusación repetida, sistemática: los argentinos (y los latinoamericanos) están siempre buscando culpables exteriores a sus propios males, cargando las responsabilidades de sus problemas sobre los hombros ajenos. Nosotros preguntamos: ¿Está mal que se busquen culpables? América Latina es la región más rica del planeta: es el primer suministrador de comida del mundo, tiene enormes reservas de petróleo y otras fuentes de energía, las mayores pasturas (22% del total) del planeta y grandes reservas de agua potable. Sin embargo, más del 50% de su población vive por debajo de la línea de pobreza, que quiere decir vivir en la miseria y morirse de hambre. ¿Por qué? ¿Se debe, como sostienen los europeos, simplemente a la corrupción? ¿No tendrán nada que ver los enormes beneficios que se llevan de allí las multinacionales y los bancos de Europa y Estados Unidos?Sea como sea, es lógico y lícito preguntarse siempre cuál es la causa de los males propios y buscar a los agentes externos que puedan generarlos. Máxime cuando esos males arrastran quinientos años de existencia y parecen no tener solución a corto plazo, porque cuando algún gobierno busca solucionarlos, aparecen los medios de comunicación y los grandes cerebros europeos oponiéndose a cualquier cambio que pueda perjudicar sus intereses o no se atenga a la visión eurocentrista de los problemas y sus posibles soluciones.Otro tema al que nos lleva directamente el artículo es la inversión extranjera, tan pregonada y defendida por la mayoría de los gobiernos y medios de comunicación actuales. La inversión extranjera es la panacea, la solución de los males, la antesala del desarrollo. Pero hay distintos tipos de inversión extranjera. Nosotros distinguiríamos tres: 1) La inversión que aporta tecnología de la que carece el país receptor a cambio de una parte razonable de la ganancia que genere la actividad a desarrollar o la riqueza a explotar. 2) La que aporta esa tecnología a cambio de un 70 u 80% de la ganancia (se conocen muchos casos) 3) la que administra los recursos estratégicos del país receptor.A la primera forma de inversión no se negaría nadie en la situación actual de la economía. De hecho no se niega nadie, ni siquiera los considerados gobiernos “extremos”. A lo que deberíamos negarnos todos es a las otras dos formas de inversión. Quedarse con la mayor parte de las ganancias cuando se invierte en un país empobrecido es, sencillamente, un robo. Y administrarle los recursos estratégicos a países que cuentan con buenas universidades y técnicos capacitados, es una estafa. Siendo esos temas importantes, hay en el artículo uno que es su esencia y se puede leer entrelíneas: Kirchner ha hecho un cambio inútil, como inútil es el cambio que hacen los latinoamericanos cuando desestiman una empresa extranjera o la nacionalizan. Todo iba mal con la empresa y ahora va igual o peor. Es la visión eurocentrista del problema, que ha terminado convirtiéndose en un sino: Los latinoamericanos (y todo el tercer mundo por extensión) son corruptos, inútiles, incapaces de gestionar su propia riqueza. Necesitan ser patrocinados, guiados, administrados.“Los recursos estratégicos de un país deben estar en manos de ese país”. No son palabras nuestras, son del presidente Zapatero a propósito de una OPA lanzada por un grupo económico alemán sobre otro español. Parece que este razonamiento es acertado para el primer mundo, pero no cuenta para el tercero.Europa se olvida de un criterio que ha hecho históricamente suyo: la soberanía. Los países tienen derecho a decidir sobre su propio destino y su riqueza, aunque se equivoquen y lo hagan tan mal o peor que sus maestros. Estos últimos, según parece y se pregona, provienen de países perfectos que funcionan de maravilla. Por lo menos eso sostienen publicaciones como El País, que hacen lo posible para que sus lectores se olviden de lo que un día los europeos soñaron y quisieron: un mundo diferente y más justo.

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